Llenabas alcobas y murallas
de casona jubilosa.
Once hijos acunaron tus entrañas
once bocas libaron tus pezones
en cascadas de soles y esperanzas.
Fuiste mi única abuela
te quedaste grabada en mi memoria
ya postrada enfrente al crucifijo
con elogios y sonrisas en tu andar.
Entregaste candor sin condiciones
alegraste tantas horas tempraneras
y con dulces acentos
mitigabas las penas.
Hoy no estás
ascendiste galaxias sempiternas
pero vives aquí en mis ilusiones
cuando escucho susurros del silencio
están floreciendo los almendros
o cae la tarde al fondo de mis sueños.
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