Exprimido en los riscos de pertinacia dura
como una vena rota fluye el río allá abajo
y la quebrada muda, en una paz oscura
se interna hasta muy lejos, como un enorme tajo.
En la vega caldeada por el sol y en los tálamos
de todos los arroyos, mil rezongos furtivos;
y en una herida de agua, lejos, dos negros álamos
como dos compañeros que marchan pensativos.
Abajo un gran peñasco como calva curiosa
asomada al constante pasar del caminito;
y arriba la amplia frente nacarada y rugosa
de una montaña que alza su oración de granito.
En la cumbre, cansada reposa la nevera,
allá se desenvuelve o se contrae acá;
mas siempre con el dejo de una ansiedad severa
contempla al río como algo que se le va…”
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