miércoles, 12 de junio de 2013

CARLOS BENEDICTO CERDÀ/ MARIA ANTONIA


Qué bien te ves en esa foto de siglos
allá en el patio grande de claveles floridos,
grande como el amor por el hijo que llevas en brazos.

Tu mirada se aferra a la esperanza,
más allá del llanto de niña
cuando tu madre emprendió el camino largo
a la Casa de Olivos y Sudarios.

Qué golpes nos da la vida
qué desafíos te esperaban lejos del Mundo
de pequeños gigantes,
en Alhúe.

Como Dios Jano veo el pasado y el porvenir
mi cuerpo se estremece, sopla un viento de hierro,
espejismos de nieve,
maktub, maktub,
estaba señalado.

El estero cortó despedidas
àrboles cayeron por la fuerza del temporal.
Era el mil novecientos cuarenta y tres,
y la carreta siguió adelante,
los animales dieron relinchos de muerte,
barro, lodazal y piedra,
y la carga siguió su camino de sueños,
sangre y delirio.

Llegaste a la urbe de aullidos e indiferencia,
con el peso de tu silencio y angustia,
huyendo de maldicientes que nunca anticiparon los tiempos
De amores sin contrato, de cariño sin ritual.


Te veo ir con tus hijos al colegio, ajena a la escarcha
quemando tus manos,
a las llagas del alma, al pan que inventaste cada día,
sin claudicar.

Siempre cercana a tus frutos,
preparaste el equipaje como cualquier atardecer.
Te llamo…


Pero tu voz no me oye,
mi grito de espanto no te llega más, sin embargo,
María Antonia,
te juro,
al verso no lo mata la fragua ni el destino final,
tu nombre vivirá en el tiempo
volará por los valles y alamedas que te vieron pasar.


Tus hijos lloran tu partida,
Hasta siempre…
Mamá.

1 comentario:

  1. Todo el amor y admiración de un hijo a su madre se ve reflejado fielmente en estos versos. Qué más decir...Invaluable.

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