martes, 26 de abril de 2016

HERNÀN CASTELLANO GIRÒN/ LA AUSENCIA


Pero también la ausencia es un milagro, un claro
Milagro engendrado en lo más hondo de las vísceras
Magulladas como pista de carreras
De pingos tan infatigables como exhaustos.
En la ausencia nos comemos la comida bien caliente
Y sorbemos gota a gota el néctar
Que se preparó hace tantos años, cuando a su vez
Cada uno era ausente y desconocido del otro.

Es la perfecta ausencia la que forjó nuestros rostros
Que se miran viendo el hueco fosforescente
Dejado por los cuerpos que éramos
En los cuerpos que somos, en sus auras danzantes
Y en el polígono de tiro donde nuestras palabras rebotan
Como balas disparadas por un ciego, arrasando
Con la ternura y el silencio, y con los objetos innumerables
Que lentamente formaron una pirámide en torno de nosotros.

Cómo no estar ausentes en medio de esa montaña rupestre
Y cómo no buscar las huellas de los pasos perdidos
Tropezando a cada paso en ruinas, zapatos, cintas, platos sucios
Incluso las hernias que antes tenía, se me devuelven en la ausencia
Y crecen en mi rostro como pámpanos.

También mi ausencia son los chinches
Que me picaron en la noche austral
Donde llegaba como un sueño a ti
Despejada y ausente y por ello mismo, más cercana
Que cuando hablamos frente a frente sin poder entender
Una palabra sola del discurso mutuo, porque cada uno habla
Para sí mismo, y se responde hacia dentro, sumiendo las palabras
Como si fueran sollozos o espinas de pescado.

Ah qué bello sería si la ausencia
Se trocara por una vez en presencia
Por ejemplo si yo llegara y me fuera a la vez, y si el que llegara
Fuera el otro, el ausente, el mejor, el bueno:
En un solo milagro podríamos identificar
A los vivos y los muertos que llevamos en nosotros
Y los pedacitos de alma buena
Y los otros pedacitos también, sí, los otros
Los que nos oscurecen como un enigma resuelto
Por un Edipo despistado del todo
pero también claro, transparente:
El rostro de los que fuimos.

Este es un poema escrito para ambos, y puede servir
Para algo o para nada, porque los poemas no sirven
Si no traen una mirada nueva que despierte a la vieja
O si no abren la puerta que nosotros mismos cerramos
O tal vez, nada, después de recibir nuestro luto y dolor
Y hacer de eso una semilla, acaso ahí esté todo
Y el ausente sea presente y viceversa
Como cuando cambiábamos
Instantáneamente la lágrima en sonrisa
Y entonces éramos otra vez nosotros.

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