martes, 9 de abril de 2013

FERNANDO ORTEGA/ PASEOS DE INFANCIA



La costa del bosque
termina donde perdimos el miedo
a la oscuridad
y al ruido de las ramas quebrarse

Fueron tantas caminatas
trazados cómplices
que la luna incandescente vertía
en diálogos, todavía prematuros

Los juegos a oscuras
ponían a prueba nuestra valentía de niños,
y de todas formas, nos mezclábamos
con la voz de los eucaliptos

Siempre supimos, de alguna manera
ajena a nuestra inocencia,
que toda esa amplitud centenaria
sobre nuestras cabezas
nos daría un conocimiento de las cosas,
un sustento para no dejar
                              así tan fácil
la abertura hundida de la noche.

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