viernes, 19 de abril de 2013

ELIZABETH ACUÑA/ LA MUJER DEL CÈSAR



La mujer del César usa las uñas cortas
no se pinta los labios, habla despacito
y en los salones tiene cuidado de sentarse
con las piernas juntas.

La mujer del César obedece mansamente
porque la paz del mundo
depende de su boca.

La mujer del César escribe cartas
que no envía a nadie
porque no es propio de ella,
contar a otros, que en sus rezos olvida
algunos mandamientos.

La mujer del César se confiesa los domingos
porque durante la semana,
en secreto,
ofrece manzanas al prójimo.

La mujer del César no mira el trigal ajeno
ni se envanece en los espejos.
Ella cultiva amapolas encendidas
en un jardín oculto donde no es necesario
sentarse con las piernas juntas.

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