Trepa la enredadera de mis versos
por el velo de plata de la luna,
para besar el “alma del silencio.
En su tálamo tibio y perfumado,
bajo los cortinajes de la bruma,
se desvisten temblando los naranjos.
Dedos que exploran la quietud y el sueño
trazan desnudos al carbón. Las sombras
despliegan sobre mí sus tules negros.
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