Un viejo y su vieja
Yacen por fin tendidos bajo la tierra
La podrida mano de él en la podrida mano de ella
A través de sus labios ya desaparecidos
Se comprenden sin decir palabras
Y mientras escuchan
El lento y grave canto de la tierra
Que de ellos se alimenta
Se preguntan en su vacío corazón
Si han de morir algún día
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