Desde el sillón, contemplo el dulce mar,
dejándome llevar por su belleza.
Su eco de sombra en mi razón dibuja
una llama que besa al tiempo; anhela
con su silencio de ternura y llanto
deshojar su pintura, su existencia
de otoño frágil, de amargura gris.
El sol y su hermosura nos reflejan
del mar los gritos, llanto de olas blancas;
una pena, pues dejan sus arenas
infectadas de tristezas, negros restos
de una inteligencia, borracheras
existenciales, ebria de luz de sombra.
Desde el sillón contemplo a la funesta
y horrible humanidad unida al frio,
unida al mar que grita, !que blasfema!
dejándome llevar por su belleza.
Su eco de sombra en mi razón dibuja
una llama que besa al tiempo; anhela
con su silencio de ternura y llanto
deshojar su pintura, su existencia
de otoño frágil, de amargura gris.
El sol y su hermosura nos reflejan
del mar los gritos, llanto de olas blancas;
una pena, pues dejan sus arenas
infectadas de tristezas, negros restos
de una inteligencia, borracheras
existenciales, ebria de luz de sombra.
Desde el sillón contemplo a la funesta
y horrible humanidad unida al frio,
unida al mar que grita, !que blasfema!
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