Rojo de verguenza lo icè a mi boca,
y en un suave y largo
beso lleno de sabor y aroma fresco, me sedujo,
suavizo su delicada piel entrte mis dedos
sudando aromas de rocio,
Se hizo deseo y era su carne
un corazòn que el verano le dio latidos,
era el tomate de mi huerto
el que me causaba tanto delirio.
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