domingo, 29 de noviembre de 2015

IGOR VENEGAS DE LUCA/ ESQUELETO


La sociedad no devora sólo a los hijos desobedientes
sino también a los hijos indefinibles, misteriosos,
es decir, ni obedientes ni desobedientes.
Pier Paolo Pasolini

Primer sueño: "De todos los espermatozoides que corrían frenéticamente / uno logró adelantarse y otro quedó atrás / Al encontrarse a una milésima de segundo frente al ovulo / el primer espermatozoide adopta las características del último en llegar / ambos se convierten en flor / brotan y expelen esporas que irradian a la maza de "casi entes" que se pierde en el intento / El primero y el último reparten pasiones humanas al resto que se derrumba en el agotamiento del no poder / uno lo alcanza y el otro se omite, el resto sólo escucha". Fin del primer sueño.
La abuela convocó a los tres nietos en el baño. El espacio debía ser un lugar que, por una parte, no despertara sospechas, ni tampoco de múltiple concurrencia. Lugar individual y silencioso, donde la vergüenza y la timidez marcaran presencia. La idea era simple, narrar de raíz a cabeza como se había llegado al parto de los tres nietos. Toda la historia familiar a partir de los abuelos / pasando por la unión de los padres / hasta llegar al tercer y último parto: la sordera.
Golpe tras golpe, tras piedra tras llaga. Las manos endurecían mientras las rocas del macho rumiaban la nuca de la hembra, dijo la abuela al comenzar su relato. El tiempo se escurría en las caderas y las nucas golpeadas comenzaban a multiplicarse, prosiguió con el relato en ese espacio frío y húmedo que rápidamente se volvía hostil.
Los tres nietos / obedientes y expectantes / escuchaban el relato de la abuela. Acuclillados horizontalmente uno tras otro, palabra tras palabra se estaban condenando.
Torturas, humillaciones, violaciones abundan ahora en la narración. La historia de los padres es tan terrible como los nietos sabían e imaginaban. La oscuridad había cubierto al padre años atrás, quedando la madre sellada/infértil ante la desesperanza.
Los dos primeros nietos, ambos varones, eran fruto de la caída de la ilusión y su presencia en cualquier lugar aludiría al hecho, a través de esto ellos serían reconocidos. Ambos habían surgido del dolor, de la rabia, pero no de la vergüenza. Los dos sabían que ese lugar tan ansiado por sus predecesores, donde el día se confunde con la noche, no sería alcanzado por ninguno de ellos jamás. Ya que la inexistente lucha de clases los castraba de por vida y más allá de ésta. Estaban marcados por la pobreza que se arrastra de generación en generación. Condenados a caminar cabeza agacha por las sombras, impedidos de acceder al camino real.

Segundo sueño: "Camino y no veo colores / Aparece una mujer de cabellos largos bañándose en una fuente de leche / No tiene rostro, no manifiesta expresión, no posee color / De donde deberían estar sus ojos comienza a brotar más de este maternal líquido / mientras tanto / la mujer desde la distancia me susurra al oído: Él quería saber cómo hacer el amor como los dioses y fue castigado / Él se atrevió a adentrarse en lo prohibido y lo condenaron / Se convirtió en papa, bañado de ojos inservibles". Fin del segundo sueño.
Viajes, abandonos y distancias salen de la boca de la abuela, que creciente observa como a través del transcurso del relato los nietos se van debilitando y van asumiendo su destino, su condena.
El mayor, el más infantil, no acepta recibir el legado, monta en cólera y se rebela ante lo que él entiende como un castigo injusto. Pero su rabia es inútil. Sus ojos comienzan a arder como si los estuviesen friendo, están rojos de rabia, rojos tras un escupo de humo directo, bañados de lágrimas de impotencia. El nieto mayor ya no ve con claridad, sólo divisa siluetas, todo lo percibe borroso. El agua y el calor en sus ojos no lo dejan ver. Esa es su condena: la CEGUERA. Condenado a no divisar ningún hecho con claridad, a ver todo rostro como posible amigo o enemigo, a tener que estar siempre expectante ante el actuar de los demás, a depender del otro.
Se ha caído/dormido uno, ya sólo quedan dos que ahora se manifiestan de pié/alerta ante el relato que los circunda. La abuela es testigo de la rabia que crece en el segundo nieto. Silenciosa ve como /su niño/ comienza a morderse el labio al enterarse de los sentimientos existentes ante su presencia.

Tercer sueño: "Voy a amarrar mis manos / para ver si mi canto sale más bonito / Voy a amarrarlas con alambre de púa / así, cuando sangren, mi canto / que nacerá de lo reprimido / será el más bonito de todos". Fin del tercer sueño.
La sangre abunda por los bordes de la página y el período lleno de la abuela, manchado de asombro se silencia frente al destino del segundo nieto. ¡Él solo se ha condenado!, lamenta la abuela. Se ha castigado con el silencio, ha sellado sus únicos labios ante el dolor ajeno. Forzado a ver y escuchar lo que ocurre, pero impedido de poder actuar. Su condena es la omisión, el SILENCIO. No será parte de ninguna decisión, ni ajena ni propia, pasado a llevar por quien quiera, siempre quieto.
Es la condena más cruel, señala la abuela. Quien impactada observa el cambio crucial que surge en su relato, que a veces parece desvariar.
El destino/castigo de los padres había sido truncado por un ruido estridente. El nacimiento de la última nieta no era esperado, añade la abuela. Algo surgió de los labios sellados de la madre, quien esperaba sólo parir muerte/vacíos. Según la abuela fue la última esperanza, el gesto más torpe nacido de los padres, quienes cruzaron la calle sin escuchar a ningún lado. Una nieta nacida de la sangre de los hermanos.

Cuarto sueño: "No entiendo, ¡todas sangran! / no hay ninguna que se escape / No sé qué es lo que balbucean esos labios inferiores / que con sus dientes me roen los oídos / Yo no quiero sangrar más / ¿Por qué me pides que me calme? / ¿Que me siente? / ¿Cómo es eso que no vamos a llegar nunca?". Fin del cuarto sueño.
La nieta ahora era consciente del por qué de su existencia, pero no de su condena. Sus dos hermanos conocían sus castigos y vivían con ellos en penitencia, voto de silencio y voto de ceguera. Pero la niña no, su ensimismamiento le había cubierto los oídos y no lo sabía. Se mantenía sonriente escuchando el relato de la abuela mientras le sangraban los oídos. Su condena es la SORDERA. Condenada a ver de frente, sin escuchar jamás lo que ocurría a sus alrededores, nunca más escucharía a ninguno de sus hermanos.
La abuela menguando decide dejar el baño, abandona a los tres nietos que duermen acurrucados alrededor de la tasa. Los deja durmiendo tranquilos. Se junta con los padres.
...............- Ya, todo está listo, cuídenlos mucho. Yo ya no los puedo acompañar más, expresa la abuela mientras se retira.
..............¿Cómo se portaron?, preguntan la madre y el padre mientras el relato se pierde bajo su supervisión. Ellos saben que ya no hay marcha atrás. Siempre supieron que ese era el único camino posible. Nunca se prepararon para ello, mejor así. La silueta de la abuela con sus pasos que no se oyen se pierde al dejar la casa. Los tres nietos quedan durmiendo uno al lado del otro, dándose calor entre ellos. Ninguno quiere despertar. Quinto sueño: "El cielo se llena de diversas nubes que asemejan ataúdes / Un cielo cubierto de ataúdes/muerte / Te busco y te encuentro abuelo/falo/macho/gestor / Mis pies hacia arriba / mi cabeza apuntando al suelo / y ya te encaro / Yo niño/a criado por mujeres tristes y hombres anulados a golpes / Me paro frente a tu tumba para decirte que mi espalda está mutilada por la cobardía / Tu encargo es que pavimente la tierra de temores /¿Eso es lo que me pides?". Fin del quinto y último sueño.

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