Te sentencio,
a que me amarás algún día,
despertarás
en una mañana cualquiera,
necesitando de mi compañía.
Clamarán entonces tus manos
las caricias tibias de las mías,
exigirán tus oídos mis palabras
y el oleaje intenso de mis versos.
Tus ojos te pedirán aquella mañana
la luz que amanece desde mi mirada,
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