sábado, 30 de noviembre de 2013

HECTOR CORDERO VITAGLIC/ EL CENTINELA


Hay algo de femenino en el centinela que nos cuida de noche.
Algo de ángel, guerrero y asexuado. Que no se mide en su espalda.
Que no pesa en su lanza.
¿Será su ronda acinturada de pasos, tan medidos, tan exactos?
¿Su celo de muchachita enamorada bajo la forma inequívoca del macho?
No deja sombra sin resolver, militante, a la luz de la lámpara.
Y hasta se esfuerza en interpretar el barro de nuestros sueños.
Por más que ciñe una armadura pesada, unos recios mostachos,
¡es tan delicado con sus pies!
Tan alfombra es él, que no lo sentimos entrar desde el zaguán,
Y se queda descorporeizado en un transepto de la oscuridad,
Pero siempre velando por nosotros.
Y, luego, vuelve a salir a la noche. Se perpetua en la torre,
adelantándose- de qué otra manera podría ser- no sólo al canto del gallo,
sino a la crucifixión del sol en el Gólgota del cielo.
Volviendo a la delicada, a la delicada filigrana de su papel de celador; ...levitando, levitando entre las sombras ya más claras, hasta desaparecer.

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