que entrara a los camarines del gimnasio:
mujeres grandes andan desnudas
tú eres pequeña.
Siempre tuve curiosidad
pero al entrar me sentí incómoda:
hermosas mujeres reían.
Intentando no mirar
deseaba desplante:
dejar mi toalla caer, descubrir mis pechos
aunque nadie los viera
comentar insignificancias.
Mirar cuerpos firmes resplandecer contra azulejos
figuras de senos caídos
y grasa abultada.
Y las duchas, ay, las duchas
cuando ciertas mujeres
restregaban la esponja o el jabón
o peor aún sus manos
sobre sus partes sexuales.
Me paralizaba.
Volvía a casa
repitiéndome la imagen de sus manos
subir y bajar
por esas vaginas
llenas de vello.
Hacían esto con tal naturalidad
que sentía ganas de acercarme
y lavarles cuidadosamente
todos los males del mundo.
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