martes, 10 de mayo de 2022

PANCHO JHAVIER/ TIC TAC

 

Son casi las 22.16 y me encuentro sentado en una cama vacía,
no existen ni sabanas que acompañen la osadía,
sin música de fondo,
pero con el corazón profundo de tantas velas encendidas,
es viernes y mi cuerpo no lo sabe,
olvido vivir por ponerse a dormir,
no es una noche fría,
pero huele a melancolía.
Se aproxima un silencio,
pero se va  rápido porque afuera hay una tormenta empedernida,
no queda espacio para tanto luego de haber dado todo,
la tormenta también guarda silencio ya que deja pasar a una vecina,
mientras yo sigo  nadando en el vacío.
Tengo los labios secos de besos,
pero me rehusó a chuparle los huesos,
porque estoy nuevamente entre las paredes de mi estupidez,
dibujando con la mirada las paredes blancas de nada,
haciéndole el quite al querer poder.
Suena mi alarma y me tomo la pastilla,
estoy condenado a seguir medicándome hasta que no tenga una cura,
y no es que me crea  burra, pero pucha que esta cosa dura,
hasta el momento sigo drogándome obligadamente,
mientras no me falte la sangre,
no tendré que hacer ningún desastre.
Veo mi reloj digital y son las 22.40 y sigo acá,
sin nadie que me venga a visitar,
y me doy cuenta que es más real de lo que no quería asimilar,
aún así sé que no seré militar porque no me gusta matar,
pero tampoco me quiero regalar,
ando de antes cuando no había distancia,
pero no quiero entender nada que tenga que ver de ti,
a menos que sea algo solo para mí.
Voy en la cuarta pastilla de mi medicina,
y aunque ahora me senté en la silla,
sigo atrapado en esta pesadilla,
Señor doctor lo siento,
pero esta es mi última penicilina,
antes que se me acaben las pilas de mí filosofía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario