domingo, 6 de septiembre de 2020

FERNANDO ARABUENA/ CANTO FINAL


 1.- Llegó una ola, y lo llamó… 

coronó sus tobillos con anzuelos salados 

que ensangrentaban la carne. 

¡Cuánto no llevó a sus profundidades ! 

Amor de serenos campestres ; 

paciencia escultora de santos; 

poesías desconocidas e inconclusas; 

aulas regadas de tardes y perfumes de miel de abeja. 

Y se llenaron de profundidad sus aguas, 

de humano agitar sus olas. 

Y las brisas cómplices; llenaron de silencio sus pasos, 

sobre arenales. 

Y vio distancias espaciales, 

y olas que llamaron la muerte de su cuerpo : 


”Ven, camina mis senderos de espuma, 

entumece tu cuerpo en mi letargo. 

Dame el alma, y podrás quedarte el cuerpo; 

pálido, hermoso, salado. 

Ven, adivina los misterios de mi canto, 

descifra los idiomas de mi lengua : 

dialectos rocosos de arrecifes brumosos, 

consonantes de viento, 

furibundos verbos gélidos… 

(que besan sobre tus orejas entumecidas) 


¡Qué esperas! 

¿Acaso no has reclamado la belleza? …

Sobre nieblas, …

en ventoleras, 

¿Desafiando con tu nado mis cunas acuosas? 

¡Qué esperas! 

Te he buscado en mis eternidades, 

perdiendo la esperanza mientras crecías en los campos: 

inocente y alegre. 

¿No escuchaste mis golpes escultores de arrecifes? 

¿Si? 

¡Sí! 

Has entendido por fin. 

Tarda el cuerpo en entender su muerte, pero… 

¡Has entendido al fin! 


¡Qué importa la vida humana! 

Si ahora te ofrezco mis aguas… 

( para que unjan tu cuerpo ) 

¡Qué importa tu vida terrena! 

Si en mis profundidades comulgarás inmortalidad. 


¡Ven! …Ofrendemos a ese pueblo la memoria de tu tierna carne joven”

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