de Teresa de Jesús;
las hermanas se lo dieron
por semejanza y virtud.
La vida contemplativa
absorbió su corazón,
y era viva encarnación
de Teresa, la de Avila.
De tanto hablar con Jesús,
los sarmientos de sus brazos
tomaron forma de cruz.
En la majestad del órgano
su alma buscaba solaz;
la nota negra era nube,
la blanca espuma de mar.
Y cambió su blanca almohada
por el jergón y el sayal,
por la diadema de espinas
trocó el lirio y el azahar.
iNadie la conoce, nadie;
pero los siglos dirán!
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