domingo, 31 de marzo de 2013

MARCELO MUCCA/ RAÍZ



Con la raíz de un continente antiguo y un lecho húmedo,
En ocasiones nuestros peces sueñan sirenas verdes.
y en la calma infinita de sus reflexiones un triste sujeto los mira;
Apenado, triste.
Con un silencio antiquísimo e indiferente señala una tumba vacía,
homónima, inefable.

Con la imprudencia de las casualidades y con un frió septentrional en las arterias,
su carne y su fragancia se fue olvidando con un rigor bufo y culposo.

Ya quisieran esos muertos, nuestros muertos,
volver a sus jaulas y señalarnos con el índice quebrado el camino de regreso a nuestra infancia, donde las metralletas eran de agua y los subversivos les chupaban las tetas a las dulces rameras que recién paridas compartían la terrible leche por los campos olvidados de esta tierra no prometida, ganada a codo contra los buitres y los lagartos.

Y es que los héroes niños de esta patria fraticida
No existen en los libritos de historia; ni en los cementerios
solo existen en la memoria de sus madres y sus hermanos,
Callados hasta el cansancio.
Como quien calla a palos a un perro,
Como quien entiende por cariño una bofetada y regresa a casa con las manos manchadas de sangre pidiendo perdón a dios aceleradamente.

Pero ya levantarán las madres sus brazos deicidas al cielo y regresarán con un pedazo de carne entre sus manos.

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