sábado, 30 de marzo de 2013

ARTURO VOLANTINES/ LO QUE LA TIERRA ECHA A VOLAR EN PAJAROS (FRAGMENTO)


15
Me refugio en tu monte,
como niño huérfano frente a los astros,
o aquel de La Edad de la Ira de Guayasamín.
Y cuando el sol relincha arriba de los cogollos,
aleteo como el Cristo de Elqui en sábanas de tu pubis
y leo boleros que dejan los tordos en hojas del bosque.
Me dice la Mistral: “la cordillera no necesita sombrero”.
Me envuelvo en tus faldeos: enhebro mi osamenta en ti;
no así el Reichstag sino un satélite en la casa de Asterión,
sino una lavandera inclinada en el overol tiznado de la nube.
Y cuando Copiapó resuella mansamente me baño en tu ombligo,
así el alba al día o la fruta al árbol o la boca a tus olas oscuras.
Desde el acordeón del viento inflamo carbones de tus pezones
y me sitúo como cordero magallánico en nylon de las pampas.
Siéntate, le dije, Llano triste: tus nietos están sepultando
a la revolución cartesiana: “Adiós a la bandera roja”.
Del cielo me veo: soy una sola cordillera contigo,
con tus tesoros donde cantan nuestros dientes,
como el sábado de campanas en la catedral
de la Candelaria. Y vuelvo a tu set fílmico
así un trompo ronroneando en álbum sepia,
así Andrómeda adueñada del flash nocturno.
Y cuando el chonchón se duerma en tu piel;
trasquilado por la araña de Doña Bárbara,
me vuelvo greda en tu regazo: me hago
vasija en tu vientre; pulpa y palomo.
Me crecen raíces y salgo al aire
desde tu cuerpo: de esa luz
alimentamos al mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario