martes, 1 de enero de 2013

PALMIRA RAMOS CRUZ/ MAÑANA DE OLIVO

Yo estaba sentada en aquella quebrada,
se acercó el paisano pensativo
y su rodilla tembló como un cuchillo,
cambiaron las tinieblas de los caminos
cuando derrumbó la hoja de otoño,
sintiendo la sangre palidecida de su rostro curtido,
quejumbrosa mañana de olivo.

Se adelantó una voz en la eternidad,
y con sus manos quebró la hiedra
que palpitó de soledad.
¡Callada quedó la huella,
temblaron todas las estrellas!

En la copa del brindis
recuerdo la estela, ennegreció mi pelo,
cada hora en el paso olvidado
se hilvanan la guerra y los petardos quemados.
De ayer a hoy el susto se fue a la nada,
y en el beso de la ardua jornada
sangró la esperanza cansada.

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