martes, 1 de enero de 2013

HERNAN MONTEALEGRE KLENNER/ LA VIGILIA

Padre infinito, tus manos que todo lo sostienen
reposan ahora-un momento-en mi voda que no acaba de
asombrarse ante la plenitud de tu prodigio.
Yo veo tu mano y escucho su mùsica, cierro mis ojos
y los abro dentro de tu sangre que me llama. Padre amado
como el màs pequeño de tus hijos me acerco para despedirme,
para decirte que estoy alegre,
que he sentido tu cariño, que ahora me voy-el màs feliz de los hombres-
a dormir en paz. Dios mìo, ven y yo unirè mi sueño con tu sueño.
Y ambos soñaremos que estamos en un reino muy hermoso,
que tù caminas a mi lado y me tomas de la mano
y de pronto nos ponemos a correr...

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