miércoles, 6 de enero de 2021

ROBERTO ROMERO MORA- CAIMANQUE/ GORRIONES- CORTEJO 1

 


Él, mantiene sus alas tras de sí,

elevadas un poco,

y, como si tuviera cintura, gira,

bailando gira y saltando gira sobre sí,

mientras sube y baja andando entre las ramas

y dice en distintos tonos:

güisch, Güisch, güisch, Güisch.

Mientras la gorrión,

con la que comparte el árbol,

inmutable, en una rama quieta,

al ver que él se acerca, le grita

corriéndolo: shiu, Shiu, shiu.

Él, alegre y tenaz,

sigue girando, bailando y saltando

entre las ramas.

La corteja.

Ella, muy molesta al ver que el gorrión

se acerca más y más,

le lanza picotazos a sus alas bailarinas

-a veces lo alcanza, otras no-

y ella le grita más fuerte: Shiu, shiu, Shiu.

Él no se inmuta, y sigue contento,

bailando y girando sobre sí,

y cantando entre las ramas sigue:

Güisch, güisch, Güisch, güisch.

Entonces algunos días después

durante una mañana

salgo al patio a ver si llegó el gas que pedí

y de reojo, en el mismo árbol,

veo que ambos gorriones ya dialogan -cómplices- Amor.

Golondrina, extendidas sus alas de mariposa, se cruza en el aire

volando de pecho blanco erguido, entre el árbol de ellos y yo,

y entonces parece que el ser de los cincos se une en la Vida.

Y todo es Otro: los mismos colores distintos:

en vez del cielo azul, el negro teñido del escarlata.

¿Será el mismo Tiempo, ahora visto desde ellos y su amor? Quién sabrá…

La golondrina canta la escena -poesía del instante-

(Pero ¿Qué agregan las golondrinas con su suave trisar,

que desde su pecho blanco viene?...).

Y nuestras acciones se cruzan y nos comprendemos,

aún distantes, por un momento

posibles de vernos cercanos e inocentes.

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