miércoles, 3 de febrero de 2016

MARIANELA PUEBLA/ AGOSTO DE 1945



Hiroshima…Nagasaki…
Tierras devastadas,
destruidas por bombas asesinas.
La amenaza del poder y su soberbia
no dio tiempo para pensar,
tiempo para impedir
la masacre de vidas, y el dolor,
el inmenso dolor de los inocentes
que sucumbieron.

Hiroshima…Nagasaki…
En llamas, en llamas.
Las lágrimas del mundo entero
no podrán nunca describir ni borrar
el horror, la miseria,
la tragedia e impotencia
de miles y miles de seres.
Seres que sobrevivieron marcados física
y mentalmente por los asesinos
que dieron la orden de lanzar
las bombas destructoras.

Hiroshima… Nagasaki…
Aún ensombrecen el cielo
las tenebrosas águilas metálicas
comandadas desde Norte América
para intimidar al mundo
y a un enemigo vencido, y ya, derrotado.

Hiroshima…Nagasaki…
Todo el dolor de la humanidad
no podrá devolver la vida
a esos niños, mujeres y ancianos
despedazados por la infamia y la prepotencia.
Sólo el triste recuerdo de esa masacre
hará que los hombres honestos y conscientes
de este planeta azul,
impidan que bombas asesinas sean detonadas
sobre otros pueblos indefensos
que no quieran doblar la rodilla,
y detengan las amenazas agresivas
de quienes las fabrican.

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