viernes, 11 de enero de 2013

MARIO ARNELLO ROMO/ LA LUNA

Lenta, la noche ha traído al jardín la quietud de las sombras.

Ya callaron los zorzales y se fueron borrando los rincones.

Con Pía, ella en mis brazos, dejábamos que los minutos cayeran en el silencio y sacaran alguna frescura de la oscuridad.

Primero, fue una claridad qeu señaló el perfil duro de la montaña; y luego, lenta e imponente –espacio, inmensidad y misterio- la enorme luna de enero alzó su redonda faz amarilla.

Allí, sentada en la tierra, con su carita abismada hacia la luna, los brazos abiertos en alto, espera anhelante que ese globo de luz y plata termine su vuelo y caiga -¿por qué no?- entre sus pequeñas y esperanzadas manos.

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