Necesité una herida,
tú me la diste, Vida,
y así pude lograr, sufriendo tanto,
que brotara la fuente de mi canto.
Corría por el fondo
en un curso muy hondo
y a veces a mis ojos se asomaba
y en mitad de mi risa sollozaba.
Yo sentía el latido
de su cauce escondido,
la presión de su fuerza contenida
cavándome en el pecho una salida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario