viernes, 11 de enero de 2013

JORGE NARANJO/ JUEVES

Es jueves hoy, asi,
de lleno en el jueves de las cosas.
Tù le has sonreido al mundo y en tu alegria lo haces girar
como a las sàmaras y a los vilanos.
Es jueves,
con la terrible intensidad de tu primer deseo,
este dìa que va a abrirse en tì,
a mamanecer en ti desde tus pìes,
desde tu primera ceniza,
hacia tu mano extendida entre el sol y la lluvia
en un gesto lleno de fertilidad.

Entonces, con la serenidad de los grandes àrboles
te pones de pie sobre el mundo.
Tù eres las siete palabras de la tierra,
el jueves de la tierra, su mùsica,
y el dìa, la rubia inflorescencia, el racimo de tu piel,
el òpalo de tu deseo.
Entre los temblores del tiempo,
la fuerza de tu sangre despierta a los animales,
y al agua y a la yerbas de los animales.
A la orilla de la noche juegas con tu desnudez.
Juegas aventando polen, pàjaros, semillas.
Alrededor de tu generosidad levantas la ciudad del hombre,
y llenas sus piramides con el grano y el aceite
y las ruedas de tu civilizaciòn.
Aùn a las muertes
a los estemecimientos del hombre,
y a las fatigas y a los venenos del hombre,
los deshaces y fundes en una dulce paciencia
bajo tu tremenda claridad.
Lo conviertes en dorado polen, en sueños,
en un raro vino de otra edad cuya sola magia es la luz.

¡Ah!Pero de pronto estoy ebrio de ti, hastiado de ti.
El jueves se extingue entre tus manos.
Desconocièndome a mi mismo
me tambaleo en el tiempo extraviàndome.
De pie sobre el mundo
cierro los ojos como si quisiera olvidarte,
y todavia màs alto que el dìa y màs fuerte que tu imagen,
tiemblo,
lo mismo que un negro girasol en las manos de un ciego.
Bajo mi sombra,
los hombres y las bestias comienzan a morir
de frio y de temor,
y mi ùnica palabra es el golpe que ha de romper
el amarillo espejo.

Sin embargo has de regresar,
Regresas siempre con el dìa entre tus manos
como con un girasol, al que enciendes con tu sola mirada.
Pero aùn vacilo bajo el peso de tu luz.
Hoy no es jueves.
Entonces cierro los ojos para no reconocerte,
ycomienzo a arrancar uno a uno los pètalos de tus girasoles,
hasta dejarte desnuda,
hasta abandonarte desnuda y ciega.

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