Vieja tela que cuelga entre Ahumada y Estado,
a la altura simbólica del corazón urbano,
te hacen marco los autos por los cuatro costados
y te imprime su pátina el smog ciudadano.
Tus escaños son sede de una gerontocracia
docta en la ciencia infusa de las jubilaciones;
y en tus añosos árboles vociferan su acracia,
repartiendo saludos, los fecundos gorriones.
Vieja plaza que alegra la ingenua poesía
de los niños que juegan en tus bellos senderos
y las monedas de oro que en los festivos días
distribuye el Orfeón de los Carabineros.
Amigo que la cruzas, camino del Correo,
tu noble corazón, cansado por los años,
te hará saber un día su infinito deseo
de sentarse a soñar en sus viejos escaños.
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