Vuestro encanto de antaño, viejos barcos veleros,
aguerridas fragatas y gallardas goletas,
ágiles bergantines y balandras ligeras,
mecidas blandamente sobre las aguas quietas.
Ya no se ve la gracia de vuestros masteleros,
ni el mascarón de proa sonreír al oleaje,
ni tampoco se escuchan cantares marineros
salir desde la recia trama de los cordajes.
Y ya apenas si llegan al par de la marea
esas brisas salinas con hálito de brea
que aspiramos de niños, junto a la vieja rada.
Humos, “donkeys”, vapores, en un conjunto ambiguo
y ya en el puerto viejo de nuestro encanto antiguo
no va quedando nada, no va quedando nada.
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