martes, 25 de diciembre de 2012

MARCIAL PEREZ CORDERO/ RITO DE AMARGURA


Otra copa de acíbar derramó su veneno
sobre la albura nívea de mi precioso altar
y me ahondó la herida, mi dolor escarmeno,
y los ojos rebeldes se niegan a llorar.

El altar está mudo, sus rosas desmayadas,
la lámpara que un día su quietud alumbró
tiene lo tembloroso de las noches lunadas
que un secreto martirio de dolor empapó.

La hostia está tronchada en su cáliz sombrío,
la hostia que, tu pecho junto del pecho mío,
en las tardes serenas me hiciste comulgar.

Mis labios están secos, mis sienes abrasadas,
desgarrado el recuerdo de las horas pasadas,
y los ojos rebeldes se niegan a llorar

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