martes, 25 de diciembre de 2012

FEDERICO GONZALEZ/ LA MUERTE DEL CISNE

El cisne está triste. Como antes no hiende
con regia apostura las ondas del lago.
Sobre el pecho inclina, silente y sombrío,
el inmaculado cuello de alabastro.

El cisne está triste. Las ninfas contemplan
en mudo reposo su angustia infinita;
sus corolas -húmedas de rocío- abaten
los blancos nenúfares que bordan la orilla.

El cisne está triste. Ha tiempo, una noche
de estío, que su alma sensible recuerda,
surcando las ondas, miró reflejarse
en ella la imagen fatal de una estrella.

Como cien puñales, sus destellos fúlgidos
claváronle el pecho, tranquilo hasta entonces.
La amó con delirio... sufrió intensamente
al verla ocultarse tras el horizonte.

Desde aquella noche que jamás olvida,
en que despertaron sus hondas ternezas,
no ha visto en los diáfanos cristales del lago
la imagen hermosa de su amada estrella.

El cisne está triste. El cisne ha cantado.
Y al par que sus notas al cielo se elevan
y en una angustiosa convulsión perece,
las ondas del lago suspiran de pena.

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