martes, 25 de diciembre de 2012

EDUARDO DE LA BARRA/ LAS DOS GRANDEZAS

I - LA RÁBIDA
A la puerta de un convento
Golpea un pobre mendigo;
El sol, el hambre y el viento
Lo baten, y pide abrigo.

Lleva un hijo pequeñuelo.
Pálido y triste el semblante;
Por él pide suplicante
Pan a los hombres y al cielo.

Ha sonado la campana,
Y un monje, con voz serena:
-Aquí hay abrigo y hay cena.
Les dice; os iréis mañana.

-Cena busco y busco abrigo.
Contesta meditabundo:
¡Llevo en mi cabeza un mundo
Y un humilde pan mendigo!

- ¡Al cielo alzad la oración.
Alzad al cielo los ojos!.
Clamó el monje y vio de hinojos
Ante la cruz a Colón.

II - SAN YUSTE
Sutiles neblinas las sierras envuelven.
El viento silbando sacude los pinos.
De nieve cubiertos están los caminos
Y el lobo a lo lejos se siente aullar.

Cruzaba un viajero con paso seguro
La senda sinuosa que lleva al convento,
Y llega y exclama: -¡Por Dios, que un asiento
Más alto que el mío yo vengo a buscar!

Abrieron los frailes: -¿Quién sois?-le preguntan.
-Un hombre que busca corona de espinas,
Corona de gloria con flores divinas,
En vez de la suya que mucho pesó.

-¿Tuvisteis los dones que el mundo apetece?
-Riquezas y gloria mi reino tenía...
El sol en mis tierras jamás se ponía...
¡Yo soy Carlos Quinto; mi imperio pasó!

III
Así, con dolor profundo,
La misma puerta tocaba
El que iba en busca de un mundo
Y el que un mundo abandonaba.

Y en el sagrado recinto.
Libre de humana ambición,
Hubo pan para Colón
Y paz para Carlos Quinto.

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